imageimageimageSoyo. Incomunicado como se encuentra podríamos denominarlo como uno de esos culos del mundo. Donde la gente para entrar y salir normalmente usa el avión. Allí de nuevo me esperaba Basilio. Ese metro noventa y cinco de mole oscura, la cual era todo corazón. Un angel… grande de cojones, eso sí, pero un angelazo. Me recibió sonriendo como la primera vez. Me dió el pasaporte con un sello que me permitía estar en Angola un mes más. “Amigos” Era el resumen de dicho sellito, el cual me habían negado en Sudafrica y me costó 10 dias en Namibia y 5 papeles mas acompañados de una foto. Lo gasté de darle las gracias. La nueva misión era pasar a Cabilda. Otro culo del mundo. Cabilda se encuentra rodeada por los dos Congos y agua, lo cual hace de su entrada un verdadero coñazo a mi entender, aunque desconozco los acuerdos diplomáticos entre ellos.
Basilio habló con los dueños de los barcos en mi presencia. Aceptaron llevar la moto y mi blanco culo, en el mismo barco a Cabilda. La idea que nació en la playa de Sangano tomaba forma de una vez por todas.
El barco no salía, el barco dejó de salir y una fiebre inesperada asomó por la puerta. Al final dos dias más y cuando esta todo listo, la policía dice que no puedo ir en el Barco, que es peligroso. Entré en cólera y me refiero al cabreo, no a la fiebre que tenía. Salí del cuartucho de inmigración de aquel sucio puerto para evitar cagarme en la puta madre de aquella gorda con peluca. Ella sonreía pero yo no le veía la gracia. Imbécil de mí, en mi ataque de cojones, rasgué el cuello de la camiseta. “Tranquilízate gilipollas” me repetía una y otra vez. No valió de nada ni partir la camiseta a lo Hulk Hogan ni nada de nada. “Es peligroso y tenemos que cuidar de tu seguridad” Ese fue el pretexto. La moto en el barco y yo tenía que buscar un avión para llegar a Cabilda. Mi sorpresa fue cuando el avion, llamado Taxi Avión, costaba más barato que lo acordado con el cabrito del barco.

En el aeropuerto me despedí del gran Basilio, sabiendo que nos volveremos a ver pronto. En el aeropuerto había que estar a las 7:30 pero el avión salió a las 11:30 con la simple excusa de que… “esto es Africa”

Desde el aire pude ver un Africa salvaje. Cabañas en medio de la selva y siembra entre caminos ocre. El verde contrastado por un mar renegrido mientras, como jeringuillas gigantes, las petroleras extraían del alma de la tierra el oro negro, que permitiría a cuatro gatos… limpios, muy limpios conducir sus cochazos, construir su buenas casas con la excusa de estar generando empleo… pero sin contar que las olas en aquella parte del mundo eran negras y que los negros… que más da los negros. Son felices así.

En Cabilda tenía el teléfono de un chico portugués que me había pasado Nunes, amigo de Nuno Karlota. Llamé a Telmo y y me dijo que en media hora estaría en el aeropuerto y así fue. Él y Ghilherme pasaron por mí. La primera impresión de Cabilda fue; demasiado color tierra, en un desorden a los ojos de un extranjero. Un portal de Belén montado por un niño con cajas de cerillas y pintado por su hermano. Los chicos, que aprovecharon un ratito libre para ayudarme, me llevaron al puerto antes de volver a sus respectivos trabajos.
Pregunté en el puerto por esos pequeños barcos que venían desde Soyo. Me indicaron otra dirección. “Coge un Taxi y que te lleve a la ETP” Eso hice. El taxi olía como tenía que oler. A hombre. Luego montamos una señora y el olor se tornó a pescado… No seas mal pensado querido lector ni se escandalice querida lectora… o viceversa… Cargaba un barreño lleno de ese animal escamoso acuático. Sentí que la siguiente misión era una aventura. Al minuto le volví a preguntar… “idiomas” pensé… Entre los dos y en su portugués me explicaron que me debería haber bajado donde se montó aquella preciosa joven cargada de pescado. Me bajé del taxi recibiendo una agradable brisa a aire fresco y volví caminando. Preguntando se llega a Roma y a buen entendedor… la mas tetuda. Sudando llegué a ese “puerto” donde los chicos esperaban una oportunidad de ganar algo de dinero cargando y descargando barcos. Dos parejas; policía y militares. Cuatro armas con sus correspondientes uniformes. La metralleta del militar, la que puede ver de cerca creo que mataría más por infección que por proyección balística. Los chicos se gritaban para repartirse el trabajo. Las conversaciones bañadas en sudor y humanidad olfativa dejaba a ver a mis ojos de donde vengo… de lo instintivo de mi especie. La basura que rodeaba parte del puerto era testigo de estas gestiones todos los dias y tambien de como las gallinas y pollos picoteaban de ella. Todos me miraban. Yo sonreía. Una señora me dijo que el barco de Soyo estaba al caer… pero no caía. La espera en ese ambiente se hacía larga. Algunos afortunados descargaban cajas de comida congelada en uno de los barcos. Gambas, pescado… perdona que no te lo pueda asegurar. Los militares me miraban con cara de poker o de “joputa” simplemente. Evitaba esas miradas sonriendo al horizonte como si Yumma estuviese al caer.

Finalmente la moto llegó en uno de los barcos. Evitando ser descubierto grabé la operación. Unos chicos cargaban la moto con sus fibrosos cuerpos mientras el agua del improvisado puerto bañaban sus cinturas. Mi sorpresa fue cuando en el mismo barco también viajaban mujeres. No era cierto lo que la policía dijo. Simplemente me trataron como blanco y no con ello peor. Sino que es un marrón que a mi me pasara algo en ese barco… a esas mujeres, personas, humanos, madres e hijas… era lo de menos. Me dolió… y mucho.

La moto en mis manos después de pagar a los chicos unos 7€ después de una disputa con el dueño del barco, ya que en el precio de salida, lo acordado era pagar a los chicos del puerto a la llegada. Un cubata menos al fin y al cabo a lo largo de mi vida.
Cargue la moto de gasolina que la monté en el barco seca. Llamé a otro contacto que me pasó Basilio. Sacarías, jefe de fiscalización de la frontera, sabía de mi llegada. Quedamos en un Restaurante Español. Lo localicé y en ese tiempo también recibí un mensaje de los chicos portugueses, en el cual me invitaban a dormir en su casa.
Sacarías, un tipo amable y sonriente que orgulloso decía tener 11 hijos. Práctica normal en Angola… a más hijos, mejor. Desde que llegué lo he interpretado como antiguamente en España; “Un hijo trae un pan bajo el brazo” Aunque ahora lo que trae son estudios y con ellos sus matriculas, sus dodotis, sus libros, sus playsations, sus clases de Yudo… y sus sonrisas y cariño, que quizás es lo más importante… al menos para mí… y allí.

Buen tipo Sacarias. Directamente fuimos a la embajada del Congo. Mi visado caducado solo podía traer problema y de los gordos. Estaba caducado, cuando llegase, por dos días. La embajada estaba cerrada y no me permitieron extender la visa. Era viernes y tendría que esperar al Lunes para el trámite. La señora, que lucía traje típico en su corpulento cuerpo con aquella preciosa cara como guinda, dio un giro. “En la frontera págale una Gaseosa y ya está… 4000 Koz a 5000 koz” Hablabamos de 30€ el favor.

Después de estar toda la tarde en el Restaurante Español tomando Refresco de Naranja y otras bebidas nacionales cargadas de azúcar, los amigos portugueiros vinieron por mi para llevarme a su casa. Sacarías, se ofreció para acompañarme al dia siguiente a la frontera para que no tuviese ningún problema. Gesto que agradeceré el resto de mi vida.

Los chicos prepararon una buenísima barbacoa con cerveza, coca cola, y vino portugués. Maravillosa esa cena llena de risas e historietas. La idea era de salir a dar un paseo, pero por segunda vez en mi vida, yo mismo me paré los pies. Me hubiese encantado pegarme una fiesta en Cabilda, pero me esperaban al otro día y no podía fallar. Desde aquí dar las gracias a los chicos por todo y todas esas medicina que me aportaron.
Dormí. Con mil cosas en la cabeza pero llegué a soñar. A las 6:30 quedé con Sacarías en el Bar español.
Después del café, él en su 4×4 y yo a manos de Yumma, nos dirigimos a la frontera que se encontraba a 90 kilometros más o menos. Aquello me empezó a parecer cada vez más y más salvaje… y llegamos.
Sellé mi salida en la frontera, me despedí de Sacarías y pasé a la otra frontera… a la del Congo. En mi cabeza rondaban esos 30 € que tenía que mostrar al hombre de Inmigración. Hay que saber, que yo no sabía, que en la fronteras tienes que sellar con con inmigración, policía y militares. Lo que en Cadiz llamamos… “Un chocho”
El de inmigración me selló el visado sin pedir la gaseosa… así que me creí triunfante. No se dio cuenta de la caducidad de mi visado. En todo esto me acompañaba un chico que nunca me dijo su nombre. Llegamos a un acuerdo en tierra de nadie, entre frontera y frontera. Son chicos que tienen contactos dentro y fuera de las fronteras y facilitan las cosas a cambio de unos euros y tambien, te cambian divisa y traducen.
“Tienes que ir al puesto aduanero ahora, al militar” Allí la cosa se torció. Me exigían un papel, a parte de la visa. Un papel demostrando dónde trabajaba yo, en España. Un invento para sacarte los cuartos. “Solo tengo mi pasaporte” les dije una y otra vez. “No necesito más que una visa que ya esta sellada” No. Un tipo con un polo apretado de Francia, con su gallo bordado y sus putas gafas de sol, convirtiéndolo en el dueño de aquello, decía que no. “Necesitas este papel” enseñándome uno que casualmente era de un finlandés. Ni puta idea tenia yo del papelito ese. “Son solo unos kilómetros… ¿y así me tratáis? En España no tratamos así a vosotros, ni a los extranjeros… Aquí son papeles y exigencias y allí solo queréis derechos” le dije entre unas tímidas lágrimas de coraje e impotencia mientras ellos llamaban a la policía y me obligaban sentarme en una silla.
Llamé a la embajada española en Angola, aunque seguro que marqué el teléfono normal en vez del de urgencias para los fines de semana… nadie cogió. Temí que me quitaran el teléfono. Nunca lo hicieron. Una familia de pollos y gallina picoteaban lo que veían a mi alrededor mientras el trajín de una aduana inundó la escena. El sudor y el calor. Solo sabían decir que no. El negro grandullón con cara de simio retrasado hacía señas con sus putas manos. Dinero. No, no tengo dinero… “no entras”

Me tuvieron una hora sentado en aquella banqueta. Hice migas con un policía. “Te pareces a mi primo Ruben” Y era cierto. El quería verlo y abrí el facebook. Le mostré un foto y se vio el mismo en blanco. “Tengo 5 hijos” me dijo orgulloso y me preguntó por los míos. “Tengo 25 hijos” y su cara fue de admiración, más, que si le hubiese explicado mi viaje y mis intenciones… pero me lo gané. Me convertí en el macho alfa alvino de la zona.

Miraron mis bolsillos, mis escondites y les faltó el ojo del culo. El mono, y que nadie se lo tome mal… y si se lo toma mal, lo llamaré el Big Foot, dijo, o puede traducir…. “Este hijo de puta es verdad que no tiene dinero, que se vaya, está loco” Eso sí, después de pagar 10.000 de la moneda Africa Central, divídelo entre 655 y sabrás cuando costó.
Aún así, discutieron con la policía… pero me dijeron… lárgate de aquí.

Yumma, el equipaje, la tabla de surf y yo, viajando por el Congo. la carretera estaba buena. Eché gasolina en una gasolinera cercana. Era moderna en medio de tanto marrón y verde. Menos de 1€ el litro.

De la caótica Punta Negra a Dolisie. Un gran tramo… 300 kms… Creo. Pregunté por un Hotel y los precios, por fin, ya no eran los Angolanos. Pensé que iba a gastar algo más de lo permitido, unos 30 Euros, pero al hacer la cuenta eran unos 20 y estaba bastante bien.
Era Sábado, estaba en el Congo y había una discoteca en el Bar. Del tirón. Pero fue un fraude. Una cosa muy rara y extensa que no me apetece explicar ahora. Dos parejas y las camareras se ofrecieron sexualmente. No. Luego llego uno de los trabajadores y nos fuimos en un taxi lumisoso a buscar fiesta… pero mientras yo buscaba un poco de fiesta, ellos me buscaron directamente putas. Llegamos a un barrio sin asfaltar y oscuro. Una mujer ofrecía lo que parecía su propia hija. “¿Putas?” pregunté… ingenuo de mí.
Les pedí que me devolvieran a casa. Desde hace muchos kilómetros, está normalizado pagar por follar aunque no se llame prostitución… “una mano se lava la otra” Favor por favor… Yo no puedo. Donde esté la conquista, que se quite el dinero. Aunque sea por una noche… pero la conquista es a veces más veces o de otro modo, más placentero que el sexo.

A la mañana siguiente costó poner gasolina, pero lo conseguí después de hora y media. Aquí no solo consumen gasolina los coches y motos… los transformadores tambien comen. Me esperaban unos kilómetros por el Congo profundo. Pistas y mas pistas. 350 kilometros incluyendo la parte de Gabón. Pasé por varias aldeas. Lo que más me llamó la atención es que tengian antenas parabólicas del Canal Plus y cerveza en casi todas.

Un palo y el poli bueno separa El Congo con Gabon. Llegue a un pueblo y mientras cargaba gasolina un chico me ayudo a buscar alojamiento. Por 5 euros había un hotelito a medio construir. .
Conocí a un cantante que me invito a un refresco y una noche divertida. A otro día llegué a Libreville después de 500 kilómetros.

Aquí estoy. Ya con el visado de Camerún en mi mano y el de Togo. Mañana saco el de Benin. El de Nigeria… a ver si puedo sacarlo en Camerun porque aquí no me han dejado. Me voy a la cama!!!
Problemas para ponerlos fotos.
Os prometo web serie a la vuelta. Lo siento