En los viajes no todo son paisajes hermosos, buenas personas que encuentras por el camino y la satisfacción de ir avanzando contra todo pronostico mientras luchas contras las adversidades; tanto meteorológicas, mecánicas y económicas. En los viajes también se caga y todos conocemos lo que es apurar hasta el último momento, como una golondrina busca el lugar adecuado para poner sus huevos. Hay personas que son capaces de salir del trabajo para ir a dar de cuerpo en su casa y es que como en casa… no se caga en ningún sitio… bueno en casa de tus padres también pero está feo. También todos sabemos, que cuanto más cerca estás del water, mayor es la presión del bicho que creció en tus adentros acompañado de ese “¡Ay, ay, ay que me cago encima!” que a su vez es acompañado de una piel de gallina, que te pone “to’ los vellos de pico”

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Cuando el viaje transcurre por países como Kazajistán, donde las distancias son largas, y te encuentras con pocas personas, simplemente tienes que dejar la moto en la cuneta, mirar el infinito que te rodea y decirte… “Que pechá me voy a pegar” mientras sonríe e incluso en mi caso, colocas la cámara de video para dar constancia de ello. Lo primero que piensas es si saldrá una “bicha” (Serpiente) y te morderá en las pelotas, que con la calor que hace por allí en verano, se vuelven campaneras y tiernas. Eso es la primera majá, luego como si nada aunque la mierda al aire libre siempre apesta más que cuando la haces en el wc. Es curioso como una cantidad de moscas, de esas verdes, que no habías visto antes, aparecen de quién sabe dónde y se dan un festín.

Lo normal es aprovechar en una gasolinera. Cargas el tanque de gasolina y descargas tú lo que te sobra. Si llevas mucho tiempo sin hacer de vientre, prepárate que quizás tengas que ir luego al ayuntamiento de la localidad para empadronar la criatura, sin contar con la cara de vergüenza o sonriente si eres un poco travieso, cuando ves que hay alguien esperando y sabes que se lo va a comer (no es momento para bostezar)

Pero Pakito, quién es el que ha propuesto el tema, creo que se refiere a -30 Cº y de allí os puedo contar varias, pero dos de ellas fueron bastante desagradables e incómodas.

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Cuando me encontraba en casa de mi amigo Jason, en Ester, cerca de Fairbanks, él vivía en una casa de madera muy antigua y el W.C se encontraba fuera de la casa. Concretamente en un pequeño habitáculo de madera, sin calefacción, decorado con las fotos artísticas de Jason y un agujero en medio como el de tu propio W.C, pero con una diferencia… en este no había agua, era solo un agujero.

Recuerdo un día de estos de apretón chungo. De esos en los que a pesar del frío, tu frente suda y solo tienes un objetivo en la vida y todo lo demás te parece una puta mierda… y nunca mejor dicho. Yo iba con el súper traje para el frío que es lo más incómodo de quitar cuando tienes los guantes gordos a semejanza de un muestrario de pollas. No podía más. En la calle habían unos -38Cº y yo no podía aguantar más. Entré en el pequeño y frío habitáculo mientras la perilla se iba congelando por el vaho que salía de mi boca y mis fosas nasales. A pensar de los guantes, las manos estaban frías e inicié a quitarme la cremallera torpemente de aquel espantoso y gordo traje que salvaba vidas. Decidí quitarme los guantes, dejando solo el sotoguante para poder tirar de la cremallera. Iba forrado como una cebolla y la maniobra se volvió más y más compleja a la vez que aquello que había en mi interior, no podía esperar. “me cago, me cago, me cago” Pantalones térmicos por fin bajados, calzoncillos bajados… posé el culo en el agujero y se me cortó hasta la regla que nunca tuve. Muy frío, quizás demasiado frío para un solo culo. La picha como el tapón de un flotador; Chiquitita y dura dura. Un clítoris desorbitado. Como pude la estiré o mearía en la puerta, consiguiéndola introducir en aquel frío y oscuro hueco que albergaba una torre de mierda congelada, que desgraciadamente me tocaría tirar con un palo que había en la puerta una vez terminada la operación. Muy malito. Las manos se me iban helando al mismo ritmo que me iba vaciando. Era extraño porque tenía alivio por un lado y dolor en unas manos cada vez más inútiles y torpes por el frío que posteriormente tenía que usar para limpiarme el culo y esa acción tenía que ser rápida o si no el ojete quedaría como un desagradable Donuts de chocolate congelado. Miré a mi izquierda y nada, miré a mi derecha… tampoco. Había entrado tan desesperado que no me fijé si había o no papel. Y no… no había. Con mis manos dormidas busqué un paquete de “Klinnes” en los bolsillos del pero lo que encontré primero fueron unos saquitos calefactables que siempre llevaba conmigo. Calenté las manos mientras le decía al ojete… “Tranquilo que luego vas tú”. Una vez las manos calientes, con el mismo saco le di un viaje a Mr ano para que cogiera temperatura y algo de visión. Luego encontré los pañuelos y terminé la operación. Me vestí y corrí a la casa cual perra en celo.

Y el hombre es el único animal que tropieza en la misma piedra… una “jartá” de veces y yo que a mis 33 aún soy proyecto de serlo, la volví… a cagar.

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Desayuno el de todas las mañanas: Una lata de bebida energética de café, concretamente Monster Energy. No desayunaba mucho porque me entraba más frío. La suspensión central y delantera rotas. Por delante el Yukon Territory con unos 300 kms inhóspitos y por dentro unos nervios como todas las mañanas en los que eres consciente, que puede ser tu último día de vida. Concentración extrema. Me monté en la moto y una vez que comienza a rodar sobre un manto de hielo, siempre acordándome de que no podía terminar como Walt Disney en versión pobre tirado en una cuneta. Unas lagrimas de emoción mientras te dices… “Lo estás haciendo”, -23Cº de termómetro. A los 150 kilómetros de dura travesía, unas 2 horas y media tranquilamente el mojón de turno te dice… “Yo también quiero ver lo que hay fuera” Y un mojón a veces es como el sueño… es imposible de evitar. Todo era blanco. Todo era precioso. Dejé la moto en el arcén sin pararla. Me quité la parte superior del mono dejándolo a la altura de los tobillos y a diferencia de cagar en casa de Jason, aquí había que ponerse en cuclillas y en esa posición y con aquel enorme traje más la ropa térmica y eléctrica o te organizas, o el mojón lo encestas dentro del traje con unas consecuencias desastrosas. No daré más detalles aunque os podéis imaginar aquél gélido paisaje blanco y un tipo con un casco dando de vientre. “Precioza postal”. Todo fue bien hasta que me dije… “Joder… las toallitas de bebé” Yo, mi traje por los tobillos y mi micro pene (no precisamente porque tuviese el tamaño de un micro, todo lo contrario) dimos dos pasos para acceder a las toallitas que se encontraban en la maleta. Conseguí abrir la cremallera de dicha maleta y saque el paquete de toallitas pero mi sorpresa fue, cuando al tacto me percaté que las toallitas se habían convertido en un adoquín de hielo. Estaban totalmente congeladas y duras como un cuerno. Era lo que un esquimal entiende por ladrillo. Con mis hermosas paletas desgarré el plástico que envolvía aquel gélido taco y son sus cuatros esquinas y sus seis filos me limpié el ojete. Quedó bastante rústico y yo bastante consternado por lo que había acabado de hacer… pero limpio como una patena.

Y así da uno de vientre en estas diferente situaciones que surgen en los viajes y que jamás piensas que pueden llegar a darse… pero dar… se dan. ¿No es pa´cagarse?

p.d  Si queréis que os hable sobre algún tema relacionado con los viajes… Siempre teniendo en cuenta que es un punto de vista más, podéis dejarlo en los comentarios. Buena ruta amigas y amigos!!