La paciencia es uno de mis mayores defectos y no porque me sobre precisamente, justo lo contrario. Para preparar un gran viaje, refiriéndonos a uno en el que tengas que cruzar varios países y hablemos de miles de kilómetros, se necesitan muchas horas de preparación. Teniendo en cuenta que el tiempo es oro y que la paciencia es mi talón de Aquiles, os aseguro que preparar, lo que es preparar, lo justo.

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Mi primer viaje fue la vuelta al mundo. Motivado por la famosa serie de Mc Gregor, gran error para tomar como referencia sea dicho de paso, me aventuré a dicho viaje sin haber realizado nunca un viaje en moto. Digo que es un gran error porque las diferencias entre aquella serie y mi viaje eran abismales, sin ser un viaje mejor que otro aunque sinceramente creo que más temerario a los ojos de los demás, el mío. Las diferencias eran miles de euros, ellos iban 3 más un coche de apoyo que se adelantaba en cada frontera para agilizar los cambios de País, una oficina en Londres para agilizar los papeles, ellos llevaban motos nuevas y la mía la compré en Bilbao por 2.000 € con su chorrito de kilómetros, 11 años y su llanto aceitoso. Mi teoría era clara… si la moto aguanta de Bilbao a Cádiz… la moto está del carajo. Acostumbrado a mi otra moto, una Triumph Daytona 955 y la anterior una CBR 600, la “nueva” KTM Adventure, me parecía lenta y muy alta, ya que nunca había probado una moto de Trail. “Me cago en la puta esto parece una DR B de 49 centímetros cúbicos” me repetía una y otra vez mientras realizaba aquel trayecto Bilbao – Cadiz.

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Para asegurarme que merecía la pena coger un avión e ir a Bilbao, le pedí a un amigo que vivía por allí, que fuese a verla. Mi amigo, Javi, no tenía ni tiene carnet de moto y diferencia una moto de una bicicleta solo si está encendida una de ellas y hace ruido.

“Te agachas, haz como si entendieras y mira que no tire aceite. Que arranque a la segunda como mucho y que tenga manillar y dos ruedas… si es así, esa moto está buena para dar la vuelta al mundo” Esa fueron las directrices a tener en cuenta de un servidor… que tampoco tiene ni idea de mecánica. “Killo… la moto está to´arrañá por un lao” a lo que le dije… “Da igual… eso se pinta”

La moto llegó a Conil después de un palizón importante desde Bilbao. Si había llegado hasta el pueblo gaditano, aquella moto daría la vuelta al mundo. Juanmi, de Motomar en Puerto Real, me explicó como se hacían los cambios de aceite, filtro y poco más. Desde que llegó la moto a Puerto Real, no la volví a manejar para hacerme con ella, ya que estuvo en Motorcar pintándose y en Creatividad Digital poniendo las pegatinas de los patrocinadores locales. Las maletas llegaron justo un dia antes de la fecha de salida y terminamos de colocarlas sobre las 23:30 de la noche. De allí al Café copas Box, a unos 400 metros, para salir al otro día. Con ello quiero decir, que el día de la salida con todas las personas que iban a ir, yo cogería por primera vez una moto con maletas a los lados. Jamás olvidaré todas aquellas motos rugiendo y yo cagao porque la moto se movía de un lado a otro como si las maletas, que cargué demasiado, fuesen a romperse allí mismo para cachondeo del personal.

El entrenamiento fue y siempre ha sido nulo antes de mis viajes. Siempre he ido al gimnasio pero no soy un portento físico.

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Practico surf, pero no es un deporte que se pueda hacer a diario. Antes de la vuelta al mundo, con aquellos preparativos no entrené en dos meses y los otros tres viajes largos; panamericana ida, vuelta acompañado y Alaska New York, no he tenido tiempo de entrenar y sinceramente no creo que sea esencial aunque segurísimo que ayuda mucho. Este esfuerzo es más síquico que físico. Como viajo con lo mínimo, especialmente en los ultimos tres viajes, es cierto que me he centrado en pillar unos kilos de más para llevar una reserva.

Lo que siempre he preguntado o mirado son las vacunas necesarias. No preparo ni rutas, ni carreteras ni nada… por un lado porque me aburre muchísimo y segundo porque me gusta que la aventura me envuelva o me acaricie de lleno, aunque reconozco que a veces me he dicho una y otra vez… “tonto… que eres tonto… más que tonto” acompañado de un “carajote”. Por ejemplo para mandar la moto desde Corea del Sur a Los Angeles, que lié lo más grande ya que jamás pensé que yo iría a Corea del Sur en mi vida… y menos en una moto. Allí y después de que me sacaran de la autopista dos veces… aprendí que en Corea del Sur no está permitido circular en moto y que la isla de “Inchón” es donde está el aeropuerto y que hay que ir en un pequeño barco. Aquello costó 3 días, pero así es la aventura o por lo menos así la visualizo yo.

 

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Sobre cosas que he aprendido de mecánica, siempre ha sido sobre la marcha, (No tengo ni puñetera idea de mecánica) cuando algo falla… pues la lógica o lo que te diga el del taller si puedes pagarlo. Por ejemplo, el tema de la altura fue subsanado después de empujar la moto durante kilómetros, meterla en un camioncito que me llevó a Tupisa por un camino infernal durante horas en la que estuve metido en la caja, aguantando la moto, pasando un frío del copón bendito… un tipo le quitó la tapa del aire y todo arreglado. Dos tornillos. Pero bueno… así va uno aprendiendo, a base de palos.

En el viaje de Alaska – New York concretamente si que aprendí, allí mismo, que hacer en caso de que la moto fallara en medio de aquel manto blanco. Encender fuego rápidamente me tenía obsesionado aunque tenía la baza o la posibilidad de meterle fuego a la moto en el peor de los casos. Una vez me preguntaron que llevaba de herramientas a lo que respondí “Un destornillador multiusos, con diferentes cabezas y dos llaves inglesas” La siguiente pregunta fue… “¿Y si pinchas?” y mi respuesta fue la siguiente “No llevo nada por si pincho porque si llevas… pinchas. En la segunda panamericana y sabiendo que llevaba a una persona bajo mi responsabilidad, llevé para pinchazos y pinché 3 veces en solo 300 kms… así que nada” Pero la teoría se fue a la mierda cuando pinché en Ak – Ny, saliendo de Edmonton y no tenía nada para arreglar o cambiar la cámara. Así que esa es mi tarea pendiente, aprender a cambiar una rueda o arreglar un pinchazo, pero bueno… con esos líquidos nuevos que hay… ¿pa´que?… Bueno a ver si me lo miro porque aquello fue un reventón y para eso no hay liquidito que valga.

Especialmente en mi primer viaje, salí un tanto acomplejado. Todos me decía que no llegaría ni de broma y algunos que ni a los Pirineos (1400 kms) No tenía teléfono satélite como Mc Gregor and Company ni esas motazas de otros viajeros. Mi chubasquero lo compre en el Lidel junto a mi ropa térmica. Sin idea de nada inicié y lo conseguí.

Luego veo otros viajes, que han realizado la misma ruta que yo, y perdona que me ría, pero ver esas pedazo de motos cargadas hasta las cejas, con un juego de ruedas extras en la parte trasera, maletas para las maletas y mil cosas llamativas más, dificultando el subir y bajarte de la moto… me da la risa, la verdad. Por mi experiencia creo que no son necesarias tantas pamplinas para un viaje y menos, cuando la mayoría lleva el taco o la visa como escudo a los problemas, aunque hay que reconocer que queda muy chulo para la foto. Creo que el tema de las maletas es como cuando vas al súper… si pillas la cesta, llenaras la cesta y si pillas el carro… llenaras el carro aunque no todo lo necesites inmediatamente. También pienso que muchos inexpertos como yo en mi primer viaje, tienen de referencia de lo que ven en las revistas y eso en la práctica no es real a mi parecer.

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Así que, en cuanto a preparación básica antes de realizar un viaje largo o mejor aún, una aventura… prepárate en autoestima, cree en ti y lánzate a por ello por mucho que te digan o veas en las revistas. Porque casi todo es prescindible en un viaje, menos tú.
Como he dicho otras veces… “Esto no es mira lo que hago, es mira lo que puedes hacer tú”

Un abrazo y buenas rutas