Cuidado con estas mierdas de las aventuritas que hay por ahí escondidas esperando a que las descubras…. Cohone!!
¡¡TÚ!! querido lector que quizás joven o viejoven o vintage que andas por estas maquiavélicas webs de aventuras que continuamente alimentan tu sueño de lanzarte a lo que viene siendo “al carajo por ahí” ¡¡Cuidao con esto picha!! ¡¡O chocho!!… que deja secuelas que pueden ir muchísimo más allá de lo que alcanza la imaginación ataviada de una caña con un ganchito en la punta.
¡Que jí! Que muy guay todo y que paisajes tan bonitos y que gente tan amable conocí allí o que bien me lo paso mientras me lo paso bien hashtag queguaydelavida , hashtag wonderfulllifedercarajopipa etc etc etc elevada al cuadrado la pamplina. Y no, no te voy a hablar de peligros porque ya te digo yo de que hay más probabilidades de que lo pases muy bien a que te pase una desgracia. La mayoría de las personas mueren en la cama, así que tranquilo, siete ojos, un vista cito de vez en cuando a los frenos y a darle. Por ahí no van los tiros. No te voy a quitar las ganas de ninguna de las maneras pero menos aún utilizando los peligros cotidianos que te pueden ocurrir en la vida en cualquier parte del mundo. Es maravilloso lanzarse y lanzarse es lo más difícil de todo. Cada uno tiene una situación de vida y es cuestión de adaptarse a ella para poder salir por ahí de aventura a sentir este entorno llamado planeta cargado de ingredientes espectaculares como lo son las personas, los paisajes, sus animales y resto del atrezo cual teatro que en sus varias vertientes ya es.
Pero todo paso significativo en la vida dejará una huella en una parte temporal de tu tiempo que puede condicionar el resto de esta; para bien o para mal.
Para bien y siempre que nos lancemos al mundo abiertos de mente, volveremos más sabios y mucho más ricos aunque la tarjeta ya no te valga ni para poner rallas. Si llevas una moto de mierda y la batería del teléfono se te jode paulatinamente, probablemente te toque interactuar con más personas que si se minimizan este tipo de cosas, lo que hace de que tengas más papeletas de que conozcas más personas. O usando aplicaciones para compartir el sofá es una herramienta cojonuda que personalmente, enriquece mucho más la aventura que yendo a un Hotel, pero del hotel al menos sales extra relajado y hasta aquí puedo leer. El cómo te lances es solo un factor que aumentará o disminuirá las probabilidades de ampliar tu número de amigos. Vas a conocer lugares maravillosos que aunque puedas guardarlos en la carpeta de favoritos del interior de tu alma, jamás te los podrás llevar consigo aunque en un futuro ciertos olores te trasladarán a según que sitios, despertando sentimientos de antaño.
Las cosas importante no son cosas y una de ellas son las conversaciones que tendrás contigo, especialmente si viajas solo ya que es así cuando las charlas con uno mismo florecen desde que se abren los ojos por la mañana hasta que te acuestas con tus monstruos y princesas al terminar el día, llegando a descubrir tu propia voz interior. Cuando la cosa se complique por lo que sea, te sorprenderá de lo que es capaz de hacer esa voz interior con la que llevas hablando días, que no deja de ser tú mismo, solventando inconvenientes, llegando así al climax que supone conocerse finalmente así mismo, despertando instintos que andan muertos en la mecanizada ciudad o en la rutina del día a día. Te sorprenderá que en las películas de Rusia el malo por fin sea el americano y el bueno el ruso y que Tijuana se despierta a ritmo de música de Banda mientras que en otra parte del mundo lo hacen el paso de neumáticos a gran velocidad por la autovía o pajaritos en aquella selva que pasaste o recordaras como suena el silencio en un desierto de sal. Aventurarse es lo más primitivo que podemos hacer al alcance de la mano porque si no planeas y te dejas sorprender podrás sentir los beneficios de vivir el momento, el presente sin planificación de futuro como exige la vida que hemos creado en lo que llamamos primer mundo; viviendo aquí pero pensando en un mañana que ni tan siquiera sabremos si ocurrirá. Hemos creado la religión del capitalismo, el consumismo y el bienestar que al igual que la de los dioses, nos venden un final que realmente no sabemos si llegará porque ni tan siquiera sabemos que existe.
Podría estar aquí escribiendo horas y horas sobre los beneficios de la aventura, pero ahora quiero que te imagines todos esos atributos en forma de palabras, los metas en una bolsa hinchada y luego la explotes con tus manos. Se acabó. Se acabó la aventura y llegan las secuelas. Cierto es que alguna de esas palabras quedan pululando alrededor de uno pero a medida que pasa el tiempo se van difuminando a medida que nos volvemos a adaptar a la cruel rutina del día a día. Algunos sentimiento de empoderamiento que nos da la aventura comienzan a menguar y el superhumano que llegó se va disolviendo como un terrón de azúcar sobre un café llamado ciudad.
No hace mucho, después de terminar Mozambique – España pasando por oriente medio escribí la importancia de saber llegar, de saber volver. Fue tal que así
“Se habla de la aventura, del aventurero, de las calamidades, de las alegrías, de los problemas mecánicos y los aciertos. Se habla de documentación, de bellos paisajes, de aquella cascada interminable y de aquel desierto infinito. Se habla de la maravillosa gente que te encuentras y de aquel desafortunado encuentro casual. Los amaneceres con palmeras a contraluz, el reflejo de este sobre un mar que por segundos parece un mantel de aluminio arrugado. Se habla de fronteras y las dividimos entre fáciles y complicadas, de carnet de passage sí o carnet de passage no… se habla de mil cosas, pero poco se habla de aprender a volver. Primero llega el cuerpo mientras la mente aún vaga por ahí, inconsciente quizás de la barbaridad que acabas de finalizar. Llegan las cuestiones de cómo pude hacer aquello u otro y cómo aguanté según que situaciones. A medida que más cerca está la mente de llegar más se acentúan estas cuestiones. Más de sorprende uno de sí mismo porque quizás, no lo sé, seamos dos personas en una; el yo del instinto y el yo de la rutina. Quizás esa sea el maravilloso tesoro de lanzarse a la aventura, conocer al primero, al primitivo y para ello hay que bailar con la muerte al son de un vals inaudito que te hace sentir tu verdadero yo. El proceso de llegada es duro, durísimo. Es una reflexión continua. Hay llantos en soledad, hay sufrimiento por el desprendimiento. En definitiva es una droga que aceptas que se te ha acabado y que no sabes cuándo podrás volver a suministrártela. Ayer acepté mientras conducía el coche de mi padre dirección Conil para arreglar asuntos cotidianos, la llegada de mi mente. “¿Te has dado cuenta que lo hemos conseguido?” Mientras en la radio sonaba “Run boy run” rompí a llorar y me dije en voz alta… sí, lo hemos conseguido. Me sentí indefenso, pequeño, vulnerable pero orgulloso. Y sí, ha sido una aventura brutal. De las más duras y exigentes que he hecho en todos los niveles. Poco a poco me recuperare del todo y todo se normalizará. No solo hay que salir al mundo, también hay que aprender a llegar. Sean felices”
Pero las secuelas son mucho más y te afectarán según tu personalidad. En mi caso reconozco ser muy sensible y en las aventuras si hay encuentros también habrá despedidas dolorosas. Personas que quizás no vuelvas a ver en tu vida y con las que probablemente pierdas el contacto dejando los momentos vividos en el baúl de los recuerdos. Hace poco y hablo de una semana cambié de teléfono y her perdido muchos de esos contactos, entre ellos el de la tienda de supermercados que me ayudó muchísimo en el puerto de Sudán y que ahora están en guerra y no sé nada de él. Como el muchísimos más. Lógicamente puedes vivir con ello pero como una madera que sufrió al clavo, deja una marca.
También te echarás de menos. Aunque la vocecita del instinto siga dentro de ti esta se adormece paulatinamente por la rutina del día a día. Los inconvenientes de la aventura ahora te despiertan una sonrisa, en mi caso cuando friego los platos o estoy pensando mientras llega una ola. En esos momentos de intimidad vuelves a aquellos sitios.
Hay que aceptar que es imposible estar en dos sitios a la vez y que la globalización virtual que nos ofrece los medios de los que disponemos jamás nos proporcionará un abrazo real.
Todas estas sensaciones, como cualquier droga que se precie, crea una adicción y como buena adicción tiene sus consecuencias. En este caso pueden ser económicas y familiares y alguna que otra mirada de rencor aunque de soslayo que poco a poco irán de frente, pudiendo provocar alguna que otra consecuencia enmascarada de “catástrofe”.
Después están los casos extremos en los que te vas un fin de semana a un punto del mapa concreto, por recomendación de un amigo y cuando te das cuenta han pasado cuatro años, estas construyendo tu casa y ahora hay un retoño de 5 meses que no para de crecer, dejando así lo que entendemos en “la vuelta” en un enigma por resolver que quizás nunca tenga fecha en el calendario. Puedes quedarte en donde antes era el “allí” pero ahora lo que antes era el “aquí” se convierte en el allí, por lo que nunca estas completo. Te faltan amigos, familiares y en mi caso hasta hijos provocando en el aventurero un vacío continuo. En una “incompletabilidad” perpetua. Te quedes o no, y por nuestra condición de humanos, tenderemos a querer estar donde no estamos… ok, diré que al menos eso me pasa a mí sin meter al resto de la humanidad en mis mierdas, pero me temo que suele ser así. Al final se vuelve a una rutina distinta pero a una rutina al fin y al cabo. Hay un trabajo de desapego, que cada uno llevará lo mejor posible, que como he dicho antes dependerá de la persona y sus sensibilidades.
(Vengo de ver las olas y me ha ocurrido algo que podría ser un símil a la aventura. He visto las olas desde la orilla, estaban muy grandes y el miedo ha decidido que no lo intente. Podría ver muchos videos ahora mismo de olas grandes, pero jamás os podré contar como he surfeado hoy porque no me he atrevido a saltar al mar, al índico y al de mis miedos, por lo que jamás podré comentaros como he surfeado. Una vez le dije a mi profesor de filosofía y luego amigo Juan Carlos Aragón a mis 15 años de edad, que para mí la vida era como una ola; surfees como la surfees siempre acabará. Hoy el miedo ha impedido que viva y por lo tanto nada os puedo contar y nada he podido sentir porque no ha existido el momento)
No quiero extenderme demasiado aunque me temo que ya lo he hecho. En resumen, haz lo que quieras que en uno está pero recuerda que las consecuencias de tanta endorfina natural por la experiencia de VIVIR, así en mayúsculas, genera adicción, desapego, nostalgia, extrañezas y por lo tanto podríamos decir que son las secuelas silenciosas de la aventura, pero si no te lanzas, no lo experimentarás por si mismo y por lo tanto no lo saborearas, porque al fin y al cabo dentro de ciertos dolores siempre hay matices de placer. Sólo hay que aprender a volver… y a partir de aquí haz lo que te de la gana, disfruta con lo que sea y recuerda que te avisé.
Comentarios recientes