El pasado 20 de Agosto fue mi cumpleaños pero a nadie le importó porque un carvo le dio un beso a una empleada de la empresa o algo así, convirtiendo en un peligroso debate nacional el gesto. El peligro es que en una caza de brujas o estás con un grupo o en contra de él. En fin. Yo no me posicionaré porque hay algo que se nos ha olvidado; no estamos obligados a ello. Que me chupe un huevo todo esto quizás lo entiendas al final del texto, de lo contrario tampoco es relevante, lo que si es extraño es que hay tanta gente ofendida como votos a políticas que dejan a la mujer en segundo plano. En fin… no voy a hablar de política que luego Roberto de Viajo en moto deja de leerme… pero eso sí ¡¡FELICIDADES CHICAS!!

En realidad los cumpleaños le importan a la familia muy cercana; tu padre, tu madre y con suerte tu pareja… los demás que sí te felicitan que sepas que se lo recuerda Facebook. Si prefieres que la gente no te moleste el día de tu cumpleaños, prueba con cambiar la fecha en Facebook.
La idea era cumplir los 43 lo más joven posible y lo curioso es que lo conseguí o eso creo. Estoy mas sano y ágil de lo que jamás he estado en toda mi vida. Soy capaz de hacer cosas con mi cuerpo que nunca pensé que podía hacer una vez pasado los 40 palos, sin haber tenido anteriormente unos hábitos deportivos. Este último mes y de manera silenciosa, sutil, discreta ha habido un cambio brutal dentro de la CPU de mi cuerpo, en el disco duro, en el coco, al cerebro o a la conciencia me refiero.

Una mañana más me desperté en mi lucha contra la adicción a la nicotina, en este caso el Vaper. Cuando uno está inmiscuido en el lento y arduo proceso de la desintoxicación no es consciente de la lucha encarnizada que se está celebrando. Desgraciadamente son los demás los que lo sufren, los que te ven apático, negativo, sin ilusión… en definitiva depresivo. Pero como decía, una mañana te levantas y ya no tienes que enrollar un papelito que emule un pitillo con la intención de aspirar la nada y así engañar al cerebro. Se te escapa una sonrisa al mirarte al espejo y ahora sí que ves que ya no tienes que ir cargando con el Vaper, las baterías, los líquidos y que si tienes que estar 10 horas en un vuelo, no pasaras esa ansiedad que provoca el mono de la nicotina. Empiezas a darte cuenta que las bocanadas de aire llegan más profundas y que si te dedicas a una actividad deportiva sea cual sea, esta te cuesta menos y la disfrutas más o incluso entiendes lo que es disfrutarla de manera plena.

He dejado atrás las resacas de alcohol mezcladas con las de tabaco que amanecían en forma de tos agarrada al pescuezo. Muy bien, muy sano todo y aunque ahora podría decir que es lo mejor que me ha pasado en la vida, mentiría porque cierto es que no me arrepiento de absolutamente nada de lo que he hecho anteriormente. El alcohol y las drogas también me han dado momentos memorables y quizás este nuevo yo es el resultado de la muerte de aquel joven rebelde que intentaba cambiar el mundo. Que intentaba hacer pensar y que incluso escribió ocho libros en los cuales, algunos más que en otros, lo importante estaba entre sus lineas, en lo que no se decía.
Entonces, como le decía, me desperté tranquilo y relajado, sin mono de nada y con relajación absoluta de que si una de mis intenciones era cambiar el mundo, ahora era aceptar que había perdido y que es una utopía cambiar el curso de este siendo tan insignificante como soy. Sí… iluso. Sí… maté al joven. Me miré al espejo y me dije creo que con total acierto “¿Cuanto tiempo llevas esperando? ¿Y qué estás esperando? Pues desde que llegué a este rincón del mundo, Tofo, en Mozambique y tras la decisión de casarme (os haré un resumen de esperas) Esperé a la burocracia en un arduo trabajo de paciencia. Una vez finalizado el papeleo y con mi carnet de residente en la mano, a la semana llegó la pandemia y esperé que esta terminara o al menos amainara para volver a casa y ver a los míos y pasaron 2 años para ello. He esperado un juicio durante dos años aquí y aunque la resolución salió a favor, aún tres años después no tenemos documentación de aquel terreno, esperando al electricista por un mes y medio y esperando a ver cuando cojones puedo comprarme una moto… etc etc. El caso es que esperando ocurren dos cosas principalmente; que te cabreas y que no vives el presente. Aquel día frente el espejo me dije… “que le den por el culo a todo” y brilló el ahora. Acepté que lo que no está en mi mano no está y si no puedo hacer nada, pues simplemente no puedo hacer nada. Decidí no cabrearme porque muchos conducen sin luces de noche y acepté que no puedo cambiar la forma de conducir del país, ni sus políticas, ni sus injusticias. Acepté que no puedo cambiar la hipocresía de las ONG que campan a sus anchas por el mundo. Comenzó a resbalarme como agua sobre plástico las acusaciones de los “pihippies” (pijos hippies: siempre ha sido así. Los que realmente se les pueden llamar hippies son vagabundos.) que desde sus casas de hormigón y construidas en las inocentes dunas, me señalan por comprar una bolsa de plástico o comprar agua embotellada. He aceptado que no hay solución y que la mejor solución para el planeta es que nos extingamos. He aceptado que después de una pandemia no somos mejores, es lo que hay. He aceptado que el borreguismo es inevitable y que dios, el futbol, la política, la justicia, la prensa es una mentira capaz de mover una masa real de carne que parece carecer de conciencia. Cuando te quitas esa mochila y dejas de intentar cambiar el mundo, lo que realmente aceptas es que no hay solución y que el joven que lo intentaba se ha ido, dejando a un señor que sólo sonríe al ver las injusticias del mundo. No, no se ríe de ellas, sino que ha aceptado que no tienen solución. Es cuando entiendes a ese señor que probablemente ya haya muerto y que decía; “¡Sois los jóvenes los que tenéis el mundo en vuestras manos, luchad por vuestros derechos!”
Entender tanta dolorosa verdad y a sabiendas que la verdad y la realidad son relativas, es como encontrar el truco que te da el pase a la siguiente fase del juego, en el cual ya sabes que la máquina está echa para ganar y no para que ganes sin no haber invertido una moneda tras otra. (E incluso la victoria es relativa)
Sí, he cumplido 43 años que según se mire y a quién preguntes eres un señor o un joven en el mejor momento de su vida. Yo creo que me encuentro en el mejor momento de mi vida y no porque sea capaz de correr media maratón sino porque todo me importa un carajo gordo… aunque realmente sí que me importe. Quizás la expresión correcta es que he aprendido a que no me afecte. Sonrío y digo: “Sí, sí, sí muy bien” Vuelvo a sonreír.
He estado desaparecido por aquí por… ¿le importa a alguien realmente? Probablemente no. Estoy escribiendo el próximo libro y lo hago en los momentos en los que un niño de 8 meses duerme y la casa parece un santuario. Me he sentado aquí a las 4:30 son las 7 de la mañana, afuera llueve con fuerza y el sonido del viento me recuerda el levante de Cádiz y la malaje que tiene. (Esto también me recuerda que he aprendido a que no puedo estar en dos sitios a la vez)
Gracias por estar ahí. Que tengan un buen Martes y un buen fin de Agosto. Besos y abrazos.
Menos en lo de la nicotina, que sigo enganchado, estoy de acuerdo contigo. Me chupen los dos güevos.
Me siento reflejado en tu texto-reflexión, pero es lo que hay , indiferencia, apatía,…. No se , pero tu actitud te llego a una edad que te deja margen de disfrute, ánimo y piensa que siempre nos que falte “guevo “ 😁
JAJAJAJAJJA!! Esperemos que no.