Me despedí de los chicos del Sikki Hotel o viceversa, para poner rumbo a Mauritania. La frontera de Rosso tenía la fama de un reinsertado y oscuras historias fortalecían esta reputación. A medida que me acercaba, el paisaje se iba tornando desértico y anaranjado. A medida que me acercaba, el numero de personas se multiplicada. Ahora sí, estaba o sentí que me encontraba en una frontera incómoda, como aquellas de Centroamérica, donde los lugareños aprovechan la lógica ignorancia de los viajeros, para sacarse unos cuartos por ayudarlos a seguir unos pasos que a estas alturas para mí son familiares. Pero una frontera es como tu novia o como tu novio… que hay días que como el aire de levante se encuentre en calma, o su equipo de futbol haya perdido o la regla o el compás del otro estén latentes… todo puede ocurrir.
La gente se arremolinó sobre mi montura y mi persona. Se ponían delante mientras agarraban el manillar y gritaban imperativos, los cuales no estaba dispuesto a cumplir, mientras que mis ojos buscaban algún uniforme al que preguntar. Siempre hay que sellar la salida tuya y de la moto. Unos señalaban e incluso llegaban otros más fuertes que los quitaban de un plumazo para quitarles su posición y con ello, la posible propina. La selva. La verdadera selva dónde la supervivencia es regida por la ley del más fuerte. La moto se zarandeaba de un lado a otro hasta que el agobió rebosó el vaso creando un grito desesperado. << ¡¡CALLAOS!! >> Y un momentáneo silencio me regaló una bocanada de oxigeno interior y clarividencia. <<¿Español? Yo hablo Español>> Oí entre la multitud, pero no pude ver al interlocutor. De nuevo, los murmullos para ser seleccionados para ayudarme crecieron, pero había un murmullo que hablaba español. Un chico, el cual no hubiese seleccionado como guardaespaldas, con una camiseta del Barça, se dirigía a mi en castellano. Como he dicho antes… por mucho que viajes, las fronteras son un mundo e incluso la misma frontera, son diferentes cada día, porque están regentadas, dirigidas por personas y cada persona es un mundo y cada mundo de las personas puede cambiar cada día. Que te ayuden te puede costar unos 5 euros quizás. Eso te vale para que te vaya señalando cada puerta por pasos, aunque yo lo veo como “seguridad” a la moto y tus cosas mientras arreglas los papeles dentro de la oficina y la pierdes de vista.
Después de mil y un papeles y mareos, alguno inventado para sacarte algo de dinero, pude aparcar la moto y esperar el barco, aunque estaba a la espera del último papel que me autorizaba cruzar en la embarcación. El chico, ex encofrador en Barcelona, en la época dorada de las constructoras, fue a pagar el permiso mientras yo hablaba con otro motorista holandés que se encontraba junto a su moto china de 125 c.c con matrícula del Congo. El barco llegó, pero mi permiso no. El de los países bajos se fue, pero yo me quedé en tierra esperando un “Sí”
Perder aquel barco no era solo un tramite. Era el último de la mañana y el siguiente llegaría a las 3 horas. Cuando lo hizo, cuando llegó, había que pasar por una rampa, la cual se sumergía en el agua, haciendo que el motor se sumergiese. La moto se paró y el agua caliente del Rio Senegal, inundó mis botas y mis pensamientos de un posible gripaje. Un chico me ayudó a terminar de subirla en el barco. Cruzamos con el tiempo en contra, ya que la frontera y el paso a Mauritania se cerraba a las 6 de la tarde… eran las 4 y todo podía pasar. Mi sorpresa fue encontrarme a Holandés desesperado, más colorado de lo que lo dejé al otro lado del río y claramente ofuscado. Yo tenía suerte en este aspecto. Me esperaban. Un hombre, Antonio, de origen gallego, me había facilitado el terreno avisando a la policía mauritana de mi llegada. Un tipo de la frontera, un policía, me ayudó con los tramites. Había que pagar el barco, había que pagar unas tasas, había que pagar y pagar…. pero cuando llegó la hora de pagar los 120€ del visado… mi cartera lloraba. El holandés seguía intentándose marchar pero no lo dejaban. Conseguí que me dejaran un teléfono y pude hablar con Antonio, el cual se encontraba a 90 kilómetros de la frontera esperándome. <
Eran ya las 17:30 de la tarde y el señor policía que me tenía que hacer el visado no aparecía. Estaba rezando y yo me cagué en Dios. En medía hora, me vería obligado a pernoctar en tierra de nadie, lo cual no me apetecía. Casi se hacía de noche. Conducir por Mauritania de noche, no sonaba muy bien, la verdad. Una de esas idas y venidas, vi que la moto del Holandes perdía liquido. La tenía jodida. Le dije que si quería podríamos ir juntos, ya que en su 125, se le haría de noche seguro y que si venía conmigo, podría quedarse en casa del misterioso Antonio. << Suena bien>> Contestó.
Seguía mi lucha por sacar el visado. Me hicieron la foto, prepararon todo, les di el dinero mientras me imaginaba con alas sobrevolando la frontera pero no. El tipo decía que uno de los billetes era falso. Uno de 20€. Me dijo que lo mirara en el filtro ultravioleta y lo que si era cierto es que tenía menos filamentos fluorescentes, o quizás el otro demasiado… pero tenía. Era un billete que había sufrido un lavado. No lo acepto. Saqué 15€ y 5 monedas de Euro, pero no las aceptó.
Busqué al mensajero que no era otro que un policía. El policía bajó conmigo y le dijo al que hacía los visados la procedencia de los billetes. Aceptó y me dio el visado finalmente.
Como alma que lleva el diablo y con todos los papeles conmigo, avisé al holandés. Justo antes de salir y con un Sol ya un poco triste nos preparamos para salir… pero un mojón pa’ mi. Por lo visto teníamos que volver unos metros para que la enfermera nos midiera la temperatura. Volvimos, nos lanzó el láser y comprobó que éramos dos peritas en dulce. (Si hubiese apuntado a los cojones hubiese partido el aparato ya que estábamos hasta los mismo)
Huimos o salimos finalmente. La velocidad punta o en este caso, la velocidad puta, del Holandes, era de unos 70 kilómetros horas… estrujándole las orejas… y mucho. Pero si algo aprendí en mis viajes, es que “Un motero nunca abandona a otro motero” y me entraron ganas de dejarlo ahí y salvar mi culo, pero me puse en su lugar y no me hubiese gustado. La noche nos iba a alcanzar, sí o sí. El paisaje se tornó precioso, enigmático, de cuento. Dunas anaranjadas como suelo de unas casitas, pequeñas mezquitas y todas ellas de vistosos colores. Aladines y princesas de cuentos. Turbantes azules, blancos, verdes… contrastes. Una luna llena que asomaba y un sol que pasaba página al calendario. Las mejores fotos las que no se hacen con máquinas. Belleza. Mirar al retrovisor y ver a un holandes agachado para crear una aerodinámica casi perfecta en ese destartalado cuerpo se cargaba la postal. Hijo puta que lento iba pero que ganas le ponía.
La noche y su manto apagó los bellos colores mauritanos. 90 kilometros y encontré a Antonio haciendo señales con una linterna al borde de la carretera. Paré, paramos y lo saludé feliz. <
Llegamos y Antonio nos acomodó. El Holandés, en agradecimiento, sacó una botella de ginebra, inconsciente creo yo, que le podría haber caído una multa de 6.000€ en la frontera por meter alcohol en un país prohibido e incluso cárcel. Cenamos y viendo la hora que era, Antonio dijo que lo mejor era quedarnos 2 noches en vez de solo una, lo cual agradecí.
En ese día fuimos a la playa en buggy en busca de olas. También usamos el camión de Antonio con el cual había hecho 7 Paris Dakar…. y me dejó conducir, lo cual me pareció una experiencia brutal. Buenos ratos y espero poder volver a visitar pronto.
Salimos muy temprano para aludir la calor. No tanto como hubiese deseado y la temperatura a las 8 de la mañana ya alcanzaba los 30 grados. Lo que nos esperaba era un tramo árido y supuestamente con pocas gasolineras. Hizo mucho calor y viento en contra. Una leve tormenta de arena nos alcanzó apenas veíamos nada. Después de varias horas, bastantes horas, llegamos a la frontera de el Sahara, custodiada por policías marroquíes. Antes había que sellar la salida de Mauritania y pasar por unos de los tramos más tétricos del viaje. Unos 4 kilómetros de tierra de nadie, eran adornados por coches convertidos en chatarras, muchos de ellos de matrículas europeas. La zona estaba repleta de minas y salirte del camino impuesto por otros vehículos hacía peligrar la vida. El holandés a su ritmo y yo al suyo, llegamos a Marruecos. La frontera fue fácil y gratuita por primera vez en todo el viaje. Los policías marroquíes fueron simpáticos y atentos todo el tiempo. Por fin, llegué a Marruecos.
La sensación fue de llegar a España. Ya estaba hecho prácticamente. Dormimos en un buen hotel y a buen precio a 90 kilómetros de la frontera. “El Barbas” creo que se llamaba. Cenamos como ricos con poco dinero y Marruecos me pareció una maravilla. A la mañana siguiente cada uno emprendió su camino. El mismo, pero a diferente velocidad. Mi sorpresa fue cuando al segundo día me lo encontré de nuevo en la ruta. Iba más lento pero salió más temprano y sin saberlo hacíamos los mismos kilometros aunque el necesitaba 2 horas más.
En “El Ayún” quedamos con Omar, un conocido de internet, que emprendía su viaje al sur. Decidimos pasar la noche los tres juntos y la verdad es que lo pasamos muy bien. Fuimos a un lugar clandestino donde pudimos beber cerveza, ocultos por altos muros y acompañados por más marroquíes. Aunque el alcohol es legal, no está bien visto.
Resaca gorda y despedida al siguiente día. Monte sobre Yumma y luché contra el viento en un paisaje precioso. Costeando la playa fui comiendo kilómetros con la única vista puesta en mi destino. Prometí volver para surfear en Marruecos teniendo en cuenta que lo tengo a tiro de piedra. Crucé el precioso atlas y poco a poco y a los varios días me encontré un cartel que decía que Ceuta estaba a 20 kilómetros. Bordeando la costa, divisé Cádiz. El alma se encogió volviéndose visceral. El mentón tembló. Veía Cádiz desde donde nunca la había visto. Paré la moto y valoré. Valoré lo que estaba a punto de culminar. 6 meses antes todo eran dudas y ahora todo eran experiencias. Antes todo eran teorías y ahora todo eran realidades. Muchas realidades aun me cuestan asimilar. Una Africa diferente a lo que pensaba, a lo que me habían mostrado, a lo que nos quieren pintar. Una Africa asfaltada, cara, rica y pobre a la vez. Una Africa que no necesita ONG. Estas últimas aprovechan nuestra ignorancia para sacar beneficios a costa de los necesitados, que lo que necesitan es ser ayudados por los que tienen al lado y no por una Europa que limpia su consciencia a base de mensajitos a 1,87 eu + IVA. Mal repartida es lo que está Africa. Un sin control de la economía y eso lo saben los chinos, los europeos, los americanos y el resto del planeta. Los americanos inventan guerras allá donde han comprobado que hay diamantes, oro, petróleo… ¿Cómo las inventan? Creando grupos terroristas en nombre de Alá, metiéndolos en estos países y ofreciéndoles luego seguridad… la seguridad que ellos mismos han quitado. “Yo te ayudo y me dejas explotar esta parte” Así funcionan y así ondeaba la bandera en Mauritania en la futura embajada Yanki, la cual está preparada para atender a más de 1000 militares. He visto en Africa vender la ropa que donan los ignorantes europeos para los pobrecitos de Africa, por kilos… la buena por piezas. He visto el hambre, los mendigos ver pasar al “Gran Caballino” a 200 kilómetros horas. He visto pedir por pedir como inercia sobre el hombre blanco. He visto a niños pedir bajo la amenaza de un Imán, el cual predica la religión pero no la lleva cumple. El dinero, religión, sexo… supervivencia. Cristianismo, Islamismo y Fútbol las tres religiones. Cristo, Alá y Messi sus líderes. Se inmolan los secuaces y los líderes ni se inmutan. Dinero… Es difícil de explicar si no has estado por allí. Es chocante e incluso puede llegar a escandalizarte. Puedo parecer un miserable al mostrarte o explicarte lo que he visto y sentido… pero es lo que tiene haberlo vivido con los mínimos medios, con el dinero justito y a veces escaso. Quizás tenga que volver a África para que esta me enamore. No lo sé. Lo que si sé es que en África he visto las ideas, las intenciones y la maldad, del resto del mundo y eso… eso es triste.
Un millón de gracias por acompañarme en esta aventura. Ha sido un placer compartirlo con vosotros y especialmente con vosotras. Esta Página Web seguirá activa. La idea era hacer una webserie, pero un gran productor se ha interesado en el material y recordad que tengo dos hijos y que más da verlo por aquí, que en televisión y realizado por grandes profesionales… quizás mucho mejor para todos.
Pronto os contaré cual será mi siguiente aventura… Ahora a organizar un poco mi vida. Para empezar me he comprado un lujoso coche por 700€ para poder surfear e ir al cine. He alquilado una lujosa casa sin cocina ni lavadora por 150€ al mes durante el periodo escolar, lo cual me permitirá ahorrar algo de pasta para poder seguir viajando. Terminaré mi libro y poco más amigos… Seguimos en contacto.
Gracias por compartir tus vivencias…eres un crack!!. Suerte en esta vida…la que tu has elegido!
Un saludo.
Gracias Raulito!! Habrá que tatuarlo