Llegué a Luanda de nuevo después de aquél infernal trayecto. Concretamente los 130 kilómetros en el que los malos pilotos, pone el cuerpo en un sitio y la moto en otro. La rueda delantera a la derecha y el cuerpo en la izquierda. Arena de playa y lodo convertido en polvo. Camiones sin frenos y camioneros sin carnet. En Luanda, Nuno, que ya nos habíamos despedidos varias veces. Siempre sonriendo me volvió a abrir la puerta de su casa. Aún me estaba quitando la polvorienta chaqueta cuando recibo un Whassup de Basilio desde Soyo. No tenia letras, eran 4 fotos de mi pasaporte. Había aparecido. La alegría inundó la habitación. Me ahorré en ese momento, en caso de seguir, tener que esperar mi pasaporte y tener que volver a sacar los visados. Dinero y tiempo.
Con esa noticia, la relajación. Aproveché para arreglar los frenos delanteros con Celio que me los regaló y 4 litros de aceite 20-50. Surfeamos el fin de semana y el Lunes 6 volví a Soyo. Dicho así parece un paseo. Esta vez… pinché. Comprobé que tenía un generoso clavo. Lo saqué y metí espuma, pero fue en vano. A un par de kilómetros la rueda se vació completamente. Había una aldea y automáticamente un remolino de chavales y niños rodearon la moto. Ofrecían su ayuda a cambio de dinero. Hablaban todos a la vez y era imposible oírlos y estruendoso escucharlos. En esos momentos tienes que organizar y ponerte en tu sitio o te comen. De repente apareció un señor mayor. Aparentemente delicado. Metió dos gritos y los niños mas pequeños desaparecieron detrás de sus gritos. Era el gobernado de la aldea y como tal me lo presentaron. Al primer chico que se arrimó le dije que me ayudara a cambiar la rueda. Él y su amigo se pusieron manos a la obra. De la nada sacaron un trapo, 4 bloques de cemento para apoyar la moto. Me pidieron las herramientas y no me dejaron hacer nada. Hablaban entre ellos, discutían o simplemente se gritaban. Los niños volvían y el gobernador me miraba con aquellos ojos viejos y vidriosos. Recordé una conversación con Nuno. Me dirigí al gobernador y le pedí permiso para cambiar allí la rueda, aunque la operación ya estaba en marcha, el respeto a los mayores en esta parte del mundo es sagrada. Me dio permiso y se lo agradecí. Entre los tres, cuando me dejaban o veía que algo no estaba como antes… cambiamos la rueda. Podría haberles dado un par de euros a cada uno y hubiesen tenido para todo el día. Podría haberles dado las latas de comida o quizás una camiseta. Sin ser más que nadie y menos que muchos, tieso en mi país y rico en la aldea. Cogí 25 euros al cambio y se los di a uno de los chicos después de apartarlo del tumulto de niños curiosos. La cara se le transformó. En un lugar donde 5 gallinas equivale a una cabra y viceversa, tener algo en metálico te sube de nivel. Se fue saltando gritando “Cinco mil, cinco mil” Ya sabéis como ando de dinero en este viaje, pero lo que es justo es justo y estos chicos aunque no evitaron que se me hiciese de noche en la selva, lo hicieron mucho más rápido que yo solo. Lo volví a llamar… “Sabes cambiar una rueda, pero no tienes las herramientas, no te los gastes en cerveza” Asintió con la cabeza y me dio las gracias, yo se las devolví. Justo antes de arrancar, a mi izquierda como si de un fantasma se tratara, tenía al gobernador con su forma de tortuga sin caparazón agarrándome del brazo y la cintura, sin fuerza pero con una mirada paralizante. “Algo para el gobernador” dijo sin expresión facial… y le di 2€ uno por grito.
Si el camino ya es duro de día, de noche es una locura pero después de mucho esfuerzo y tesón, llegué a Soyo y a casa de Basilio. “Tu pasaporte, con un mes más en Angola” Lo abrí y miré las fechas de los visados de Congo y Gabón… desafortunadamente, el de el Congo ha caducado y me veo en la siguiente tesitura. Uno, si puedo arreglarlo desde aquí, continuo, 2 si no puedo tendría que volver por mi querida ruta a por un sellito y volver de nuevo… 1000 kms que sinceramente… no quiero hacer, por lo tanto podría volver a Luanda vender la moto y largarme. Ya veremos que pasa.
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