Un artista es un creador. Un creador que viaja y hace viajar. Tiene la capacidad de hacerte viajar desde el sofá de tu casa, desde la butaca del cine o del teatro. Por suerte, la vida me ha brindado la oportunidad de compartir con ellos momentos. Como espectador, como amigos íntimos, como personas. Un artista no son sólo flashes y alfombras rojas. Un artista no es sinónimo de fama, dinero y éxito perpetuo. Un artista, para mi humilde opinión, es un estado de incertidumbre continua en la espera de poder expresar, de poder trabajar. He tenido la suerte de conocer artistas de la radio, del cine, de la música, de la moda y del teatro llegando a la conclusión de que un fino cristal de bohemia es hierro a su comparación. Sensibles y vulnerables es la realidad ante lo que todos creemos. Expuestos a las críticas, vejaciones y de lo más ruin del ser humano. Un día vuelan tan alto y con la fuerza de un águila y al otro día están en lo más profundo del laberinto de una indefensa hormiga. Para hacernos viajar, deben viajar. Casting por aquí, casting al otro lado del charco.
El otro día, una amiga me destrozó el alma. Aún siendo una artista como la copa de un pino, tanto cantando, como bailaora e intérprete, anunció en su cuenta de Facebook, que después de realizar unos bolos en la sala “Café Berlín” de Madrid, se marchaba a las Américas, concretamente a México, donde sí se le valora, y eso no lo dijo ella, eso lo sé yo, como sé de su éxito en Argentina. No lo pensé y me dirigí el pasado Jueves al “Berlín” para disfrutar de su espectáculo. Un espectáculo que ya había visto pero que me volvió a poner los vellos de punta. En este caso, después de poner al público boca arriba de risa, de sentimiento, de hacerlo partícipe desde el minuto uno… desveló sus intenciones de una marcha casi obligada al otro lado del charco. Clavó sus rodillas en las tablas y dio las gracias al local, a los espectadores y los aplausos resonaron en lo que para mi era una triste atmósfera mientras el arte le hizo una reverencia. Bajó del escenario con su menudo cuerpo bien proporcionado, mientras su propia energía separaba la masa de gente que aún continuaba aplaudiendo. Cuando llegó a mi vera, no pude evitar recibirla con unos ojos desbordados por la emoción, me abrazó y me dijo al oído. “No me llores maricón, que voy a llorar yo también” al retirar su rostro, su mirada lucia un exceso de brillo, mar salada. Nos miramos durante milésimas de segundos en los relojes y meses en el corazón. Recordé la primera vez que la vi con su banda en un aeropuerto de Suecia que jamás olvidaremos por aquellas risas, aquellos cafés con chaquetones en invierno y los primaverales en manga corta. Pero no hay que dramatizar, no hay que lastimarse, simplemente queda luchar. Muchas gracias por todo y espero poder disfrutar de tu arte pronto y cerca de casa, que el trabajo sea reconocido y que sepas que eres muy grande. Besos Shica. Sigue haciéndonos viajar.
Y gracias a la Shica también podemos disfrutar de tus vivencias, de tus libros, porque tú también eres un gran ARTISTA. Besotes