LA MATÉ PORQUE ERA MÍA 

La maté porque era mía y que tu dios me perdone si de ello no me arrepiento. Es más, por mis entrañas desborda lo que me alegro. La maté por cegarme, por comer mi terreno y consiguiendo hacer de mí, un “yo” que realmente no era yo… ya sabes a que me refiero. Decidía por mí e incluso a veces de mi boca palabras salían sobre cosas que realmente desconocía. Me transformaba de tal manera, que incluso amigos perdí, mientras paseaba a su vera. Ella me llegó a poner en evidencia muchas veces, en público e incluso a escondidas. Cuando esto ocurría, a penas lo percibía, era con el paso del tiempo cuando una lucecita de sabiduría, cuando yo lo distinguía. << ¡Que hija de puta! ¡que zorra habilidosa! >> 

El orgullo de un hombre por los suelos. A medida que los años pasaban me percaté que esta puta infiel, hacía de mí una marioneta sin hilos, un muñeco sin cerebro, un pelele de tres al cuarto. << Ahora ve por allí, ahora ve por allá. No llegues tarde al trabajo, no experimentes la libertad, en casa a las cuatro>> La maté porque ya no la aguantaba. La maté porque se lo merecía. Y sin ánimos de hacer poesía con tal asesinato, solo tengo que reconocer que es lo mejor que me ha pasado. 

El proceso no fue fácil, más bien complicado. Buscar una manera silenciosa me trasladó de aquí a otros lados. No era fácil porque a ella me había acomodado y ya tú sabes… la rutina, cosas en común y que fácil es vivir cegado. Como le decía, el antídoto inicial fue salir de sus rutinas y sin excusa alguna buscar otros encantos, el antídoto ideal se forjaba en cada paso. A escondidas leía para ejecutar el acto y casi sin darme cuenta, así ya la estaba matando. Me dolía. Me asfixiaba y me amargaba en el camino. Fue allí donde me percaté, que esta puerca estaba con varios de mis conocidos. De igual manera que a mí, así los utilizaba. Esa capacidad de acaparar con sus encantos hasta aplacar la virtud de los ojos, solidificar sus cerebros y atarlos de pies y manos. 

Y por eso la maté y por eso lo celebro. La maté porque era mía y lo hice poco a poco y como aliada la constancia, porque no hay mayor logro y no presumo de ello con arrogancia… ya que siempre quedarán rastros de ella en mi ser… ella se llama ignorancia. 

 

Foto después en el proceso de asesinato. Puedes hacer click si quieres conocer mis antídotos personales. Gracias.