El ser humano tiende erróneamente a generalizar,sobre cualquier cuestión que se ponga sobre la mesa. Generalizamos y criticamos sobre el barrio de al lado, la provincia vecina, el país colindante, el continente ajeno… Esto me hizo llegar a la conclusión, que el ser humano, solo se unirá con fuerza como individuos del planeta tierra, hijos de la humanidad, cuando vengan los extraterrestres a tocarnos los cojones. Hasta la fecha estaremos jodidos o mejor dicho, jodiéndonos entre nosotros.
Ni todos los colombianos son narcotraficantes, ni todos los mexicanos pertenecen a un cartel, ni todos los españoles sabemos tocar la guitarra como no todos los brasileños bailan samba. Para bien o para mal, la tendencia es poner una etiqueta e incluso cuando solo conocemos el país por las trágicas noticias que podemos ver en televisión. La televisión es la mensajera del morbo y normalmente de malas noticias del planeta tierra, dejando para los últimos 20 segundos el final feliz de aquel niño que fue rescatado de un poco, o el nacimiento en cautividad del osito de turno.
Mi experiencia fue la asesina de miedos y tópicos generalizados. Jamás olvidaré cuando tenía dos opciones para entrar en México; Una era por Nogales y otra por Tijuana. A primera vista, Tijuana para ojos occidentales era la peor opción. Llegaron a decirme que al cruzar la frontera, recibiría dos tiros para robarme la moto. Entré en Tijuana con más miedo que ilusión. Conté por Facebook que al otro lado de la linea, como lo llaman allí, me esperaba un chico que me dejaría dormir en su casa y mi sorpresa fue, cuando alguno dijo, y lo hizo públicamente en mi muro, que no fiara de ellos, que quizás estaban pensando en crearme una emboscada para sacarme todo lo posible. Y realmente fue así. Sacaron todos mis miedos, mis sonrisas, mi alegría y lo mejor de mi ser. Que sí, que es cierto que hace unos 10 años, no era lo que es hoy dia y el miedo reinaba la calle, pero lacra del pasado es difícil de limpiar. Finalmente en vez de estar dos días en Tijuana, estuve un semana, la cual recuerdo con cariño e inolvidable.
Si os soy sincero, me han ayudado en casi todos los países que he visitado y digo casi, porque quizás en alguno no lo he necesitado. A estos seres que el azar coloca en tu camino, han sido llamado por otros viajeros o por mi mismo, como ángeles.
Un angel aparece cuando menos te lo esperas. En mi anterior entrada hablé de los dos chicos que conocí entre la frontera de Ucrania y Rusia, que desencadenó una cadena de angeles por todo el camino. Me han pedido que hable de estos seres altruistas y así a voz de pronto, os hablaré de un Mexicano que conocí en la puerta de un hostal en este último viaje Alaska – New York en invierno. No recuerdo el nombre exacto del pueblo, lo que jamás olvidaré, es que hacía un frío de cojones, y la moto, una vez más dejó de arrancar, haciendo que mi paciencia y mi frustración helaran más que el propio clima, planteándome seriamente mandar todo al traste por no decir al mismísimo carajo (Es que mi madre dice que digo muchas palabrotas y que a ver si hablo bien de una puta vez que he tenido una educación del carajo).
A la mañana siguiente la moto seguía sin arrancar. Dije en recepción que necesitaría una noche más… y si no obtenía una solución, intentaría volver a España donando la moto a alguien que por allí pasara. Compré un cargador de batería. Busqué la manera de aislar la batería con una tela especial, pero el dinero no me llegaba para comprarla y solo vendían grandes planchas en la única tienda del frío poblado. Estaba desesperado, aniquilado mentalmente y acordándome en la putisima madre del mecánico de Alaska, que tras llevarse 2100 dólares, dejó la moto peor de lo que estaba. En una ranchera antigua y roja, descendió este mexicano. Hablaba español y aquello fue una alegría para mí. Le expliqué lo que ocurría y me dijo… “No mames buey, deja de chingaderas y metamos la moto en un garage que tengo, ahorita mismo buey”
Aquella decisión salvó el viaje, pero anteriormente no fue menos.
En Destrucctions Bay, llegué a un motel de carretera sobre las 10 de la noche, hora bastante tardía y oscura en aquellos pueblos de Canadá. No me preguntéis como, pero terminé en un cumpleaños y la moto en el garage de los trabajadores de carretera, que sorprendidos al verme, no dudaron en ayudar al español. Al otro día, me invitaron a desayunar para anular la resaca cumpleañera y la moto arrancó a la primera tras dormir junto a esas enormes máquinas quitanieves.
En la segunda panamericana, en colombia, un chico nos regaló una gorra que guardo con cariño y un paquete de galletas que comimos con más cariño aún. En Popayan, Fernando abrió las puertas de su casa a la ida y a la vuelta de la panamericana. A la ida cuando iba solo también me arreglo el tanque de la moto, el cual habían perforado sin querer en un taller que me arreglaron el ventilador, exactamente en Cali. Recuerdo que fernando me enseñó los cimientos de un futuro Hostal para moteros, el cual llamaría Toledo, al quedar enamorado de la ciudad española. El Hostal ya es una realidad.
Que os puedo contar del reciente desaparecido Dave, de Pablo y Carolina que acaban de ser padres. David y los chicos de Hecho Cycle en Edmonton. Kiel y su artesanía indiscutible…
En Guayaquil también me echaron una gran mano a la ida y la la vuelta. Unos lindos locos, abrieron las puertas de sus casas para que durmiera a la ida e incluso me quitaron la sarna que pillé en Perú. Gabriel, con el que aún mantengo contacto gracias a las redes sociales, fue uno de ellos. Tambien me lo pase muy bien en la isla del tesoro con ellos. Momentos inolvidables. Sería injusto decir que estos son los únicos Angeles que me he encontrado en el camino. Más angeles que demonios, sin diferencia de países, ni culturas, ni color de piel, ni tan siquiera religión. Claudia y Giovanni en Bogotá. Fernando, Manu and company en Buenos aires. Tom el australiano que me ayudo con un pinchazo en medio del desierto en Perú dejándome una cámara y luego le devolví la moneda encontrando gasolina para él, cuando se quedó tirado más adelante. Ushuaia y aquella maravillosa pandilla de amigos… joder tengo que reconocer que se me empañan los ojos al escribir y recordar tantos y tantos momentos. Ojalá pudiese agradecer a cada uno de ellos lo que me han hecho sentir. Algunos fueron una semana, otros días y algunos unos minutos que con su información me sacaron de algún charco.
Amigos y amigas… el mundo es maravilloso porque la naturaleza lo ha hecho así visualmente, mientras que los seres que los habitamos, aunque aún no me creas, somos maravillosos también y os garantizo que la frase “Aún queda gente buena en el mundo” es falsa o incorrecta. Yo más bien diría “Desgraciadamente, aún queda gente mala en el mundo que ensucian la dignidad y honradez de los que les rodean”
Cuando paseaba por la playa hace dos días, a sabiendas que en la otra parte del mundo están durmiendo, a mi cabeza venían imágenes de estos ángeles en cámara lenta, pensando que habrá sido de esos a los que desgraciadamente perdí la pista. Que será de esos chicos que conocí en Ucrania después de los últimos altercados. Recordé la voz de Dave. La risa escandalosa de Gabriel. Un millón de risas… Es maravilloso conocer a estos Ángeles, porque lo es, pero es dolorosa cada una de las despedidas. No hay nada perfecto en este mundo, quizás y digo simplemente quizás… Sólo es perfecto cada milésima de segundo que vivimos y vivir cada segundo es lo más cercano a la felicidad en esta vida. Eso aprendí de todos estos angeles… Da igual de donde vengas, el ser humano sólo quiere y busca la felicidad. A mi me habéis hecho muy feliz y por ello, mil gracias.
un post de los ke EMOCIONAN, asi, con mayusculas. comparrrtoooooorrrrrr!!!!!!!!
Gracias Koper, una vez más. Ya sabéis, si queréis que trate un tema solo tenéis que ponerlo por aquí. Un abrazo!
Gracias por compartir esos momentos caballero. Me ha emocinado.
Gracias. Me alegro que os guste.