No soy un palo de madera aunque a veces lo parezca e incluso de hierro. No me considero frío aunque tu aptitud hacia mi, pueda hacer que te hiela de una mirada. Soy mas vulnerable de lo que parece y a veces no me escondo para llorar, porque no lo considero un gesto de poca hombría, sino un gesto de humanidad.

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Recuerdo que de niño, tras una excursión de unos días, nos despedimos de los chicos del otro colegio, el cual estaba a 8 kilómetros del nuestro. Recuerdo aquella despedida con gran lástima y aun suena los lloros de aquellos niños y niñas mientras escribo estas lineas. No había facebook y nos intercambiamos las direcciones. Abrazos infinitos y jóvenes corazones encogidos.

Los tiempos han cambiado muchísimo en tan poco tiempo. La mayoría tenemos un pequeño ordenador en bolsillo y unas redes sociales donde hemos visto personas crecer en estos últimos 5 años, sin tan siquiera escribirse. Tu sabes que la otra persona está ahí, y que tu estas aquí para cuando os necesitéis, por lo tanto las despedidas ya no son lo mismo.

En mis viajes, incluido en este fugaz a Lanzarote, he conocido a personas a las cuales puedo saludar todos los días mediante las redes sociales, por lo tanto las despedidas pierden dramatismo, y eso realmente no se si es bueno o malo, ya que hay despedidas que son deseadas y con estos medios y una pizca de curiosidad… es complicado.

Dicho esto, y aceptando que no soy un palo, ya no me siento triste, ni me abate una despedida de las de distancia. Las despedida del corazón, cuando ya no te sientes responsable del bienestar de otra persona que no es de tu sangre porque otra persona ya ocupa el lugar que dejaste, y te lo dejan claro, es de las más hermosas, permitiéndote a ti mismo a pasar página.
Las despedidas en el cementerio siempre son nubladas y a la última cita, no quise ir, siendo mi primo el viajero y yo el espectador. Me reservo ya para mi turno y que este llegue tarde, allí será la próxima sin ser para mí este gesto, de mala educación. Las despedidas a las flores, de muchos colores pero en estos tiempos que corren, y van demasiado rápido me he percatado, que ya solo me puedo despedir de momentos.

Creo que ya nos despedimos de momentos vividos al decir un “Nos vemos” Porque esos momentos no entienden de redes sociales. Esta semana ha sido brutal y si vuelvo, volveré a ver a los chicos de La Santa, pero ya no será este momento que acabo de vivir con ellos. Aquel día en que nos conocimos mientras yo portaba 2 euros en el bolsillo. Esos momentos quedan en la memoria para allí ir muriendo con nosotros poco a poco hasta el día de la despedida final, después de haber dejado aquí el recuerdo en forma de fotos, gestos, acciones… Porque la vida es un suspiro y hay que aprovecharlo. La vida son momentos y ahora con cierta tristeza y escapándose una sonrisa, me despido de este en Lanzarote. Nos vemos Acaymon, Albert, Mar, Philip… Famara, Lanzarote.