Lo primero es pedir disculpas porque casi sin darme cuenta y debido a las redes sociales, uno se ha limitado a difundir noticias por aquellos lares, siendo este rincón del ciber espacio nuestra cueva. Lo tendré más en cuenta a partir de ahora.

Después de entrenar un par de semanas y de aprender los medios que tenía para llevar el kayak en invierno, decidí intentarlo de nuevo en la intimidad que te da un lago y mi propia persona. Definitivamente me di cuenta que no era mi medio de transporte. Me aburría demasiado. Entonces… ¿Y ahora qué?

Fue en aquella isla. Una pequeñita y solitaria en la cual pude volver a encontrarme. Fue maravilloso. Mágico. Hacía mucho que no me ocurría; tanto tiempo como el que no salgo de aventura. Una vez acampado con la hoguera encendida y rodeado de naturaleza, me di cuenta que era feliz. Muy feliz. El sonido de algunos pájaros y el peinar del viento por los árboles. El crepitar del fuego y unos juguetones castores que saltaban desde las rocas al agua. Todo aquello me hizo sentir. Me limpié de dudas. No era el esfuerzo físico, no me había acomodado, no era añoranza ni miedo a la soledad… era el medio el que no me gustaba. Rompí a llorar en el reencuentro con el yo salvaje. Ese que todos llevamos dentro y que el sistema tal y como está no nos permite encontrarnos. Me di cuenta que no necesitaba ni televisor, ni cama, ni Netflix ni internet, ni nadie… solo leer e impregnarme de la naturaleza. Me planteé incluso quedarme allí una temporada viviendo de lo que pudiese pescar. Era lo que me apetecía, pero el invierno apretaba y yo tenía un objetivo que era llegar a Cádiz disfrutando del camino, siendo esto lo más importante

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Aún así por la mañana, sobre las 5:30 de la mañana. El día amanecía libre de nubes y viento con 2 Grados de temperatura. Recoger con esas temperaturas es lo más coñazo de todo. Guardas algo y calientas tus manos en la hoguera la cual has tenido que reavivar. Ordenar todas las cosas en el kayak y estar listo para salir me llevó 2 horas. El lago era un espejo caliente del que emanaba el vapor del agua, convirtiendo el horizonte en una niebla la cual creaba una magia que llegó a hacerme llorar asediado por tanta belleza. El Sol perezoso en Octubre salía por mi espalda iluminando los arboles pintados de amarillo por el otoño. Algunos, los menos, rojos y otros que se resistían al decoloro con un verde insultante. Las hojas caducas caían poco a poco. El silencio era levemente interrumpido por el chapoteo de mi pala al remar. Me di cuenta no iba a tener momento más bello o simplemente difícil de superar. Después de 4 horas y casi 20 kilómetros y con 5 grados, era hora de cambiar la ropa del interior del traje. Atraqué en una pequeña playa. Entre una cosa y otra, otra hora más. No era una carrera, pero el sol muere pronto por estos lares. Llegué a Eskilstuna sobre las 14 horas. Después de varios intentos pude desembarcar en un pequeño embarcadero, el único que había a mi nivel en los tres ríos que desembocan al mismo lugar. Ya tenía claro que lo único que no me gustaba era el medio y sonriente llamé a la familia para que me recogiesen al otro día… y por tercera vez.

Como anécdota, el río que había tras la esclusa iba contra corriente, lo que me hubiese obligado quizás a realizar el tramo empujando el carro con el kayak, hasta el siguiente lago. Ni comprobé la fuerza que este ejercía en contra ni si hubiese sido viable… lo que podría haber sido no existe, así que…

A la mañana siguiente y acampado en un parque de aquella ciudad recibí la triste noticia de que mi amigo Alex o Sasha de Vladivostock había fallecido en un accidente de moto. La pena inundó la tienda y no podía dar crédito. Mi propio llanto me sobrecogió en aquella pequeña tienda. La pena como una loza me dejó lacio y derrumbado. El mismo me había invitado a su fiesta de 50 cumpleaños el año anterior pero me fue imposible económicamente pagar el vuelo y el visado a Rusia. Le prometí ir en cuanto pudiese… pero ya era tarde. Ya es tarde. Nos ha separado lo que nos había unido. La moto.

Aquella experiencia en la isla me hizo ver que no era yo… era el medio. No me gustaba y eso me tranquilizó mucho. ¿y ahora que?

Me encontraba en la casa de la madre del niño y le dije a esta

  • ¿Ahora sin aventura que puedo hacer?

Con el libro a punto de salir ( Esta misma tarde en Digital. En papel cuando Amazón de el ok) No me apetece volver a Conil, donde se está de lujo y me atrevo a decir que mejor que en verano, a matar las horas escribiendo cosa que puedo hacer desde cualquier parte del mundo; encargos, aparte de mis libros. Con lo de mi amigo Sasha tan reciente le dije a la madre del niño…

  • Pues creo que debería ir a ver a Manolo, el hermano de mi abuelo. Han pasado 3 años de mi aventura por África, el hombre tiene una edad y le prometí que iría a verlo.

Miré vuelos y encontré ida y vuelta por 450 euros. Le dije que lo iba a pensar, ya que aunque sea barato, después de todo lo invertido en la aventura del kayak, tampoco estaba para tirar cohetes. Tenía una moto perfecta en el garaje pero que finalmente consumía mucho como para intentar ir a Australia con ella. 3.200 euros invertí en ella, en el kayak finalmente entre una cosa y otra, otros 1800 euros. Cosas. Y cuando a algo se le llama “cosa” no es importante. Mientras pensaba en que empezar a vender, justo media hora después de la conversación, recibo un mensaje. Era Manolo. No hablábamos desde Febrero según los datos que muestra “whasap”. Era un audio y básicamente decía: “Fernando, aquí tienes una maleta que dejaste en casa de mi hija Elvira con cosas ¿que hago con ella? Tendrás que venir a por ella… ¿No?” Realmente Manolo quería decirme ¿Vas a venir a verme o qué?

La madre de mi hijo, mi hijo y yo no dábamos crédito a semejante casualidad o causalidad. Sin mirar más ni querer hacer más cálculos futuros compré un vuelo y le mandé las fechas a Manolo. Aquello me declara oficialmente como “Homeless” o vagabundo en español.

Actualmente me encuentro en Suecia. El 18 vuelvo a España y andaré entre el coche, el garaje, la playa… el mundo. Ya tengo a un buen amigo pasando la ITV de la moto para venderla lo antes posible. También venderé el coche que aunque esté nuevo y bien cuidado con su itv recién pasada… tiene 25 años. También estoy vendiendo el Kayak aunque por estas fechas es complicado y los tiestos que rodean al kayak.

La idea es ir a Sudafrica, estar allí con Manolo y en cuanto pueda, pillarme una motillo por 600 euros (Siempre y cuando venda algo y dependiendo de como vaya la venta de libros)

 

y ya veremos a donde cojones vamos. La costa Este no la conozco y creo que llegar hasta Kenia no sería un problema aunque no tengo ni idea de como están los precios de los visados en frontera. Sobre la marcha. Por lo pronto ya tenemos vuelo a Johannesburgo.

P.D y por cierto… si algún día queréis visitar aquella isla que me resolvió mis dudas os dejo las coordenadas. Google ha aceptado ponerle mi nombre.

La casa de El Bufalo